En primera persona: TÚ, querido ICTUS

TÚ, querido ICTUS…
¿Quién eres en realidad?
El gran desconocido por Neurólogos, Neuropsicólogos, Psiquiatras, Logopedas, Terapeutas ocupacionales, Neurorrehabilitadores…
¿En qué conviertes a las personas?
¿Qué medicamento es el adecuado para tratarte? ¿Antipsicóticos para paliar las alucinaciones, benzodiacepinas para tratar tu ansiedad y tu agitación, mórficos para aliviar el dolor y el desasosiego o hipnóticos para tu insomnio?
Sólo sé, que seas quien seas, TÚ, querido ICTUS, llegaste sin avisar, y sin preguntarnos si estábamos preparados para todos tus desafíos. Truncaste por completo la vida de mi padre, y de todos nosotros, permaneciendo dos largos años en nuestro entorno, rodeándonos de duras batallas, que sin apoyo no hubiéramos sido capaces de afrontar.
Por ello, quisiera expresar todo mi agradecimiento al Servicio de Neurorrehabilitación del Hospital Valencia al Mar, y a todos aquellos profesionales, compañeros, amigos, cuidadores y familiares, que han estado a nuestro lado. “Personas que se superan día a día”, que convierten cada obstáculo en una meta, y que tienen valores tan humanos, que, con su trabajo, su dedicación, su implicación, su empatía y su apoyo incondicional, han permitido que estos años hayan sido un poquito más llevaderos.
TÚ, querido ICTUS, que te maldijimos, te odiamos, te culpabilizamos, te responsabilizamos por generar infinidad de problemas en mi padre. Problemas físicos, cognitivos, de movilidad, de déficits sensoriales, y de alteraciones en el comportamiento y en las emociones. Que permitiste que sufriéramos la impotencia de ver cómo se iba desdibujando su personalidad.
Que destruiste su vitalidad física, hasta que su cuerpo se quedó inmóvil, incluso para ser capaz de cogernos de las manos. Que hiciste que evolucionara en su forma de vestir, de comer o de beber, pasando de descuidar el orden de las prendas, de los platos o los cubiertos, a no poder hacerlo por sí mismo. Que conseguiste que olvidara su caligrafía, tan elegante y tan perfecta. Su capacidad para las manualidades, y su destreza para hacer sonar la armónica. Que le robaste la capacidad de algo tan bonito, como era reconocer el rostro de la persona que más ha amado en su vida. Así como el nombre de sus dos hijas, y de esas dos nietas que siempre le han hecho sonreír.
TÚ, querido ICTUS, que nos envolviste de pánico al no saber cómo hacer frente a la nueva situación. Desbordados por conseguir la recuperación más exitosa, sin pensar que jamás llegaría.
TÚ, querido ICTUS, que pretendiste separar nuestros lazos familiares, pero que lo único que conseguiste es hacerlos más fuertes. Porque, ¿sabes una cosa…? Nos diste el valor de que cada decisión tomada, fuera al unísono. Y nos brindaste la oportunidad de cuidarlo y mimarlo con tanto amor y ternura, que incluso su último aliento, y su desvanecimiento, fue en brazos de mi hermana.
TÚ, querido ICTUS, que nos diste la paciencia para explicar a la gente que la dificultad para expresarse y comprendernos, su incoherencia verbal, su verborrea sin sentido, su conducta y su comportamiento en general, no era fruto de un Alzheimer, como muchos alegaban, era consecuencia de TI, y de todos esos términos tan desconocidos, llamados apraxia, agnosia, afasia de Wernicke, ageusia o prosopagnosia, entre otros.
TÚ, querido ICTUS, que accediste a que la gente expresara que mi padre se había transformado en alguien desconocido.
¡Qué frías resultan estas palabras cuando las escucha alguien que ama a esa persona!
¡Cuando sigue impregnado en él, el olor a Terre de Hermés, y su físico, y la suavidad de su piel, siguen presentes todos y cada uno de los días!
¡Cuando es su voz, la voz que has escuchado siempre, la que se despide de ti diciéndote “Ten cuidadico”!
¡Cuando en invierno te calienta las manitas, como tantas veces ha hecho a lo largo de tu vida!
¡Cuando ves cómo juega con la pequeña de la familia, emitiendo sonidos infantiles o haciendo juegos de guiñol con los peluches!
¡Cuando ves cómo es capaz de tapar a su nieta mientras duerme a su lado!
¡CUANDO ES TU PADRE!
TÚ, querido ICTUS, que hiciste que se nos cuestionara si estábamos haciendo lo correcto. ¿Lo correcto respecto a qué? ¿A no querer institucionalizarlo en una residencia cuando sus deficiencias físicas y mentales desbordaban los cuidados que necesitaba? ¿A aferrarnos a tenerlo el mayor tiempo entre nosotros? ¿A decidir que falleciese en nuestro hogar, rodeado de su familia? ¿A mantenerlo mermado por los efectos de los mórficos, con el principal objetivo que no sufriera? ¿A alargar innecesariamente su vida, una vida que definían sin calidad, sin objetivos, sin proyectos, pero que nosotras la llamábamos PAPÁ?
SÍ, querido ICTUS, sí hemos hecho lo correcto. Aunque nuestra profesión y los años de experiencia como enfermeras, nos llevaron a mi hermana y a mí, a un quehacer diario, cargado de cuidados médicos, te aseguro que estamos en paz de saber que siempre nos ha acompañado y estuvo presente multitud de valoraciones, pensamientos, sentimientos, emociones, y valores.
Y sabes, ¿de qué valores estoy hablando? Del respeto, la sensibilidad, la tolerancia, la honestidad, el trabajo, la lealtad, la responsabilidad, la libertad, la equidad, la justicia, la autonomía, la beneficencia, la no maleficencia y el INFINITO AMOR hacia MI QUERIDO PADRE.
HASTA SIEMPRE, o mejor dicho, HASTA NUNCA, ¡mi querido ICTUS!
Artículo publicado en la Revista Enfermería Integral n° 122 editada por el Colegio de Enfermería

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