¿Cuáles son las principales secuelas psicológicas de un ICTUS?

El ictus es un trastorno brusco de la circulación sanguínea cerebral que genera una combinación de síntomas físicos y alteraciones mentales que pueden persistir en el tiempo. Según estudios realizados en España, el 45% de los pacientes afectados por ictus, a los tres meses del mismo, presentan discapacidad moderada o severa y, por tanto, una limitación en sus capacidades funcionales. Por ello, hoy nos hemos querido preguntar cuáles son las principales secuelas psicológicas de un ictus. A ello vamos a dar respuesta.

Cuáles son las principales secuelas psicológicas de un ictus

De esta patología cerebral se derivan un conjunto de problemas mentales: afasias, síndromes demenciales, heminegligencia, deterioro cognitivo, cambios en la personalidad y alteraciones en la conducta y en la esfera de lo emocional. Una serie de situaciones que, a menudo, son ignoradas en los planes de tratamiento.

Desde los modelos de intervención más recientes, se considera fundamental, el tener en cuenta en el trabajo con este tipo de pacientes y sus familias la aparición de algunos de los que pueden ser los sintomas psicológicos más disfuncionales devenidos del ictus. Además, el impacto de estos síntomas no se da unicamente en la persona afectada, sino también en su entorno más próximo. Ello se debe a la sobrecarga que pueda generar en familiares o cuidadores, pero también en el proceso rehabilitador del propio paciente.

Alteraciones a nivel psicopatológico y conductual más frecuentes

Las alteraciones a nivel psicopatológico y conductual más frecuentes en pacientes afectados de ictus son diversas. Además, muestran coincidencias sintomatológicas con los procesos depresivos. A continuación se mencionan las más habituales:

  • Irritabilidad y Agresividad: es una de las manifestaciones más comunes del ictus. Se trata de una situación provoca mayor dificultad en la integración social de estas personas. Las manifestaciones de irritabilidad pueden ser de tipo verbal, físicas hacia objetos y/o hacia personas. Supone la pérdida de control ante frustraciones de la vida cotidiana.
  • Egocentrismo: en este caso los pacientes acostumbran a tener dificultades a la hora tener en cuenta al «otro». No hay un funcional reconocimiento de las emociones en los demás. Así pues, se tiende a priorizar en todo momento las propias necesidades, llegando incluso a imponerlas. Esto sumado a la escasa tolerancia a la frustración, lleva a habituales alteraciones de conducta.
  • Apatía: suele caracterizarse por la incapacidad para programar y regular las actividades de la vida cotidiana. Hay una desmotivación general para hacer cosas que antes del ictus, resultaban gratificantes o placenteras. No son capaces de iniciar acciones si no se les proponen.
  • Infantilismo: tendencia o estado de la persona a establecer y mantener en su carácter y comportamiento una persistencia de características que podrían ser consideradas propias de los niños. Aquí estaríamos hablando de la ingenuidad o la irresponsabilidad.
  • Rigidez de pensamiento: hace referencia a la incapacidad para modificar planes preconcebidos. Todo ello, a pesar de que las circunstancias varíen. Obedece a un déficit en el sistema planificador de acciones. Los procesos cognitivos que subyacen a esta conducta son diversos. Pueden ser desde una reducción de la capacidad de la memoria de trabajo, cuya consecuencia podría ser la la imposibilidad para introducir informaciones nuevas y generar cambios adaptativos a la acción ya diseñada.
  • Baja tolerancia a la frustración o reacciones catastróficas: se refiere a reacciones repentinas de llanto, enfado o temor ante la vivcencia de fracaso al afrontar una tarea determinada.
  • Ansiedad y/o depresión: puede aparecer sintomatología ansioso-depresiva, (sentimientos de soledad, desesperanza, sentimientos de rechazo, etc), devenidos del propio daño cerebral, pero también, por el duelo que supone la pérdida con respecto a las capacidades previas al mismo. Las manifestaciones de depresión dependen de cada persona. Es por ello que su diagnóstico y tratamiento es complejo.
  • Incontinencia emocional: se refiere a la dificultad para regular y expresar las propias emociones. Pueden ser expresiones emocionales inadecuadas en frecuencia, intensidad y duración. Pero también que la emoción no concuerde con el contexto en el que se da, o se de una alternancia entre emociones diferentes ante un mismo estímulo.
  • Desinhibición: las dificultades emocionales y la irritabilidad pueden desembocar en comportamientos que no son adecuados. Estaríamos hablando de comportamientos alejados de las normas sociales establecidas en un determinado contextos social. Se da un descontrol de los propios impulsos y actúa como si no importaran las consecuencias de sus actos.
  • Delirios: se refiere a una condición que presenta rápidos cambios en el estado mental, que causa confusión y cambios en el comportamiento. Además de pasar de un estado de lucidez a inconsciencia, y de perder contacto con la realidad, puede haber problemas con la atención y la conciencia. Suelen traducirse en forma de ideas extrañas, alucinaciones o pensamientos incoherentes.
  • Fatiga: la fatiga primaria post-ictus puede aparecer en ausencia de otros síntomas depresivos. Se caracteriza por un cansancio extremo o falta de energía y de motivación. Todo ello como respuesta a mínimos esfuerzos físicos y mentales. Pero también, como respuesta a procesos de estrés emocional ante determinadas situaciones.
  • Anosognosia: se refiere a la falta de conciencia sobre la discapacidad y sus consecuencias. Puede tomar diversas formas de manera que, en ocasiones, la indiferencia emocional pueda acompañar a la constatación de la discapacidad.

Cómo afrontamos las secuelas psicológicas de un ictus en IRENEA

Estos síntomas han de ser tenidos en cuenta a la hora de definir los planes de tratamiento. El objetivo no es otro que conseguir un mejor ajuste practico a la nueva realidad por parte del paciente.

Por tanto, desde el área de neuropsicología en IRENEA realizamos un abordaje de este tipo de problemática de manera integral. De esta forma, tenemos en cuenta aspectos relacionados con la intervención psicológica a nivel cognitivo, conductual y emocional del paciente y familiares. Pero también a nivel médico. En este sentido es muy probable que se haga necesaria la intervención farmacológica. En esta línea, servirá para el apoyo de la rehabilitación psicológica en todo el proceso neurorrehabilitador.

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